Para muchos empresarios y empresarias de Puerto Rico, la llegada de la ansiada apertura tras más de 100 días de cuarentena fue un momento de felicidad y de expectativas cumplidas: por fin empezamos a retomar la normalidad luego de este período lleno de ansiedad y dudas con respecto a nuestros negocios, nuestra seguridad y bienestar.
Y comenzamos a evaluar a la cuarentena y al COVID como algo del pasado, sacando enseñanzas y prometiendo cambios como si todo hubiese quedado atrás. Pero la realidad a la que nos enfrentamos no es esa, y los números ya están llegando para corroborar lo que ya hace tiempo debimos haber asimilado: estamos frente a una nueva realidad.
Mientras no haya una solución definitiva (vacuna o tratamiento que nos haga inmunes) el COVID seguirá siendo parte de la realidad con la que tenemos que convivir diariamente y que no podemos ignorar. El riesgo de hacerlo es altísimo y nuestro país ya está, lamentablemente, comenzando a pagar esa culpa.
Los números de casos confirmados se dispararon y las personas se niegan a tomar las medidas mínimas de protección en su diario vivir: salen sin mascarillas, no respetan el distanciamiento e intentan retomar sus vidas normales haciendo caso omiso a lo que la ciencia nos dice: necesitamos un cambio en nuestro quehacer cotidiano para ganarle a este enemigo invisible.
Ahora, ¿por qué es esto importante para nosotros como dueños y dueñas de empresas? Porque tenemos un rol de responsabilidad y liderazgo en nuestra comunidad. Hay empleados que nos miran en busca de ejemplo y guía, nuestras familias que dependen de nosotros, y nuestra comunidad que está atenta a los pequeños cambios. Nosotros y nosotras debemos dar el ejemplo en cómo sobrellevar esta situación: con optimismo y energía, pero siempre privilegiando nuestra seguridad, la de nuestro equipo, nuestra familia y nuestra comunidad.
Es por eso que hacemos este llamado a no dejar los protocolos de autocuidado, a no bajar la guardia frente al COVID y a seguir colaborando y creando alianzas entre nosotros y nosotras para adaptarnos a esta nueva realidad; controlar nuestras expectativas, liderar con el ejemplo y seguir esa noble y larga tradición boricua de extender la mano al vecino cuando hay necesidad y, entre todos y todas, salir adelante como país.